Algo bueno que destacar mientras viví en Madrid fue que las casas tenían buenas calefacciones para sobrevivir al frío. Incluso, quizás en exceso. Algunos bloques despilfarran esta energía sin necesidad.
Al llegar al pueblo me topé con algo inesperado: el frío. Y las casas no están preparadas para ganarle la batalla. En Madrid el frío estaba fuera, en el pueblo vive en casa, como un inquilino más, y no tiene ganas de marcharse. Por más que dialogamos con él, lo máximo que conseguimos es echar vapor por la boca, como en la calle.
Aquí cambia la historia: sales para quitarte el frío.
Durante las primeras semanas no lograba diferenciar mis pies de las baldosas. Lo bueno es que empecé a tomar consciencia de que mi cuerpo tenía unas extremidades a las que poca atención había prestado hasta ahora.
A pesar de los intentos de calentar el hogar, sin tener que pedir préstamos a 20 años vista, no lográbamos sentir bienestar en ese lugar tan precioso. El frío acaba cambiándote el humor, te enfadas…en mi caso, la ciudad había logrado que la rabia tuviera un nivel ya considerable. Calculado desde la escala Richter del malhumor podríamos decir que este cambió subió al menos un punto más en la escala.
Nuestros gatos incluso vivieron una transformación en su aspecto, pasamos a tener una gata husky y un lince siberiano…vaya cambio de pelo!!! No me atreví a pedir un cambio de estas características por si me transformaba en un bicho peludo…qué horror…a ver como me quitaba todo ese pelo en verano.
La vida es así, la necesidad acaba agudizando el ingenio y mi creatividad se puso al 1000%, hasta llegar a un gran descubrimiento que iba a cambiar totalmente mi vida…me iluminé…me llegó la gran idea…escuché una voz en mi interior que me dijo: prueba con la BOLSA DE AGUA CALIENTE.
Nunca imaginé que semejante artilugio tuviera tanto poder. El tipo que pensó en ella era un iluminado…por lo visto es de un tal «Slavoljub Eduard Penkalamis», un señor de Croacia. Mis pies han vuelto a la vida, cada día el momento de colocarlos sobre la bolsa de agua caliente se ha convertido en un momento mágico, mientras la lleno con el agua hirviendo, me sube un no sé qué por todo el cuerpo, preludio al placer que estoy a punto de experimentar…¿podría llamarse orgasmo podal?
Han evolucionado mogollón. Antes eran bastante básicas: la bolsita a pelo sin más y quemaban que no veas. Pues ahora las he descubierto con forro polar y motivos monísimos: copos de nieve, flores, ositos…hay que ver como evoluciona la humanidad, son super suaves, como peluches calientes.
Me pregunto si alguien podría crear las plantillas de agua caliente para meter en los zapatos, o en los guantes. A ver si este señor tiene familiares tan iluminados como él y sigue haciéndonos felices.
Probádla y gozad.
Bendito Penkalamis…