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¿En qué lugar del mundo vives? ¿Eres feliz?

El 5 de enero de este año salí del mundanal ruido de la ciudad para vivir en un pueblo de España. Toda esta vida la pasé en ciudades como París, Madrid. Pero hasta hace casi 5 años, cuando viví un proceso interno muy especial, no fui realmente consciente de que algo estaba ocurriendo en mi interior.

No tenía palabras para explicarlo. Sin embargo, las sensaciones internas eran dolorosas. Podría definirlo como un profundo dolor del alma. ¿Qué es eso? Al detenerme a verlas me di cuenta que era como morir en vida, ¿sería esto lo que llaman desconexión?

¿Desconexión con qué, con quien? Conmigo, con mi verdadera esencia. Es una sensación de que te vas muriendo a fuego lento, de que tu vida se escapa, de que esto no tiene sentido y de que debe haber algo más que no alcanzas a entender, pero que tu alma añora.

Durante 4 años busqué. Finalmente, tomé una decisión: fin de mi vida en la gran ciudad. Necesitaba re-encontrarme, había perdido mi identidad. Estas macro ciudades te absorben hasta el punto de olvidar quien eres y desenfocarte hacia todo tipo de necesidades, luchas, conflictos y tóxicos mentales, emocionales. Esa contaminación ambiental te va invadiendo si no encuentras lugares de paz y vida en ti.

Personalmente no los encontré. Esa gran ciudad para mi, era un monstruo del que no lograba escapar. Al principio, cada vez que salía de allí, ese aire fresco que traía de vuelta me duraba 3 meses, luego 2, 1…hasta que finalmente al día siguiente me volvía a faltar el aire. No se si te ha pasado alguna vez.

Y llegó el gran día: la mudanza. ¿Cómo podemos acumular tantas cosas? Qué programa humano tan raro. Además de deslomarte y quedarte inválido durante un mes por mover cajas y cajas, toneladas de materia de un lado a otro, te das cuenta que podrías prescindir de gran parte de ella. Tienes que contratar una furgoneta extra larga y alta para trasladar tus pertenencias y encontrarles su lugar en tu nuevo espacio. ¡Cuanta carga movemos en nuestra vida!

Ahora vivo en un pueblo de Cáceres, en La Vera. Todo es «nuevo». Nuevo respecto a la gran ciudad, porque en mi interior esto es parte de mis recuerdos, de lo que estaba buscando.

¡Hay aire puro, limpio! Vuelvo a escuchar esa voz interior que tantos edificios y ruidos me impedían sentir. Solo por ello ha merecido la pena. La naturaleza me muestra cada instante su belleza, su magia…todo eso de lo que estamos hechos…te habla y te vuelve a reconectar con lo que de verdad eres. No necesitas sermones, tantas palabras ni diálogos pesados para comunicarte contigo, con los demás.

La simple observación consciente, desde la alegría te permite comprender.

Aquí la explosión de colores, sonidos naturales, de silencio  es tal que no echas de menos NADA de esas «infinitas posibilidades» con las que te engatusan en las ciudades. Me di cuenta que no necesitaba el 90% de esas cosas, ¡qué desperdicio! ¿Para que estar en un lugar con tantas posibilidades que no te resultan útiles ni necesarias? Vaya trampa: tanto para nada.

 Una de las cosas que me maravilla es que el AGUA ES GRATIS. Adiós a esa carga y compra de botellas de agua en el supermercado. Hay grifos de aguas naturales a tu disposición para que te sirvas y puedas disfrutar de ese bien que la naturaleza pone a tu alcance. ¡AGUA LIBRE! Cada vez que lleno una botella estoy tan agradecido por este regalo. Traducido a ganancias humanas debe ser como llevarse un lingote de a casa.

No malgasto tiempo ni combustible para aparcar porque hay espacio suficiente frente a tu casa y además no te cobran ni te ponen multas por dejar tu coche en la calle. En la ciudad tienes que pagar por cada milímetro de suelo que tocas o utilizas, nada es libre.

¿Cómo pude estar tanto tiempo en ese lugar? Realmente hay una razón. Una razón humana, de esas que te atrapan a nivel mental y emocional. Otra trampa o reto a superar para liberar «cables», enganches. Esa razón se llama «apego a mis padres», miedo a la separación. Vaya puñeta de programas!

Pero me puse manos a la obra y decidí hacerle frente a ese monstruito interior que me estaba impidiendo ser libre. Y ahora me alegro porque cada segundo en este lugar, es un segundo de paz y sanación para mi alma…

Todo aquello que en la ciudad me parecía un rollo, aquí es motivo de felicidad.

Aquí la lluvia, la niebla, el aire son motivos de alegría porque favorecen el entorno. La naturaleza te muestra sus mil y una caras, vestida cada día de un traje. Pero en la ciudad, eran rostros serios, y trajes invisibles porque solo veía edificios, coches, cielos grises.

Adaptarme aquí no ha sido necesario porque estoy re-viviendo lo que siempre he sentido dentro de mi, un reencuentro con mi verdadera esencia. Los árboles, las rocas, el agua me hablan. Por fín!!! Ya era hora que pudiera re-escucharles. Este es el mejor tiempo invertido, comunicarme desde el silencio y la magia con mis amigos elementales, animales y demás reinos. es un dar y recibir justo y divertido. ¡Cómo os echaba de menos! Gracias por existir.

 Ayer, en uno de esos paseos por los bosques encantados de La Vera, al ver a uno de sus majestuosos árboles, desnudos, sin hojas, me recordaron que esa ramas abiertas, expandiéndose de forma circular, y sus raíces son una misma cosa. Identificamos sus raíces como las que le unen a la tierra, y las antenas (ramas) como la conexión con el cielo. Es lo mismo. Unas arriba, otras abajo. Uniendo unas con otras se forma un infinito, un toroide por donde se inter-conecta el cielo y la tierra, el arriba y abajo, el dentro y fuera…este simple espectáculo me llenó de bienestar. ¿qué más podía pedir?

Te invito a reconectar con esa magia natural, para que recuerdes quien eres. Feliz día. Cuando quieras, estaré encantado de compartir contigo la belleza de todos estos parajes.

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El Gran Cambio
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